Diversidad funcional, nuevo término
para la lucha por la dignidad en la diversidad del ser humano.
Javier
Romañach, Manuel Lobato
Foro
de Vida Independiente – Mayo 2005
Introducción
Las
mujeres y hombres con diversidad funcional1 constituyen un colectivo que ha
sido tradicionalmente discriminado de una manera diferente al resto de colectivos
que también han sufrido o sufren discriminación (mujeres, personas de raza
negra, indígenas, inmigrantes, etc.) Esta discriminación se ha dado incluso
dentro de esos otros colectivos discriminados, que también han olvidado incluir
en su lucha a sus propios miembros con diversidad funcional. Los términos
limitantes o despectivos utilizados para denominar al colectivo de mujeres y
hombres con diversidad funcional juegan un papel fundamental en el refuerzo de
las minusvaloración y, por lo tanto, en el mantenimiento de dicha discriminación.
Este artículo pretende proponer un nuevo término para denominar al grupo de mujeres
y hombres, “mujeres y hombres con diversidad funcional”, que representan
el 10% de la humanidad más olvidado y discriminado a lo largo de la historia en
la casi totalidad de las sociedades humanas.
¿Por
qué un nuevo término?
Sabemos
que las palabras o términos llevan asociados ideas y conceptos, y que esta
correspondencia no es azarosa sino que representan valores culturalmente
aceptados del objeto o ser nombrado. Estos valores se transmiten en el tiempo
utilizando las palabras como vehículo. Con el tiempo, si queremos cambiar ideas
o valores no tendremos más remedio que cambiar las palabras que los soportan y
le dan vida. Existen muchas palabras ampliamente utilizadas en diferentes
ámbitos para denominar al colectivo de mujeres y hombres con diversidad
funcional. Si nos basamos en nuestra propia experiencia personal, la más
utilizada en España es “Minusválido”: plazas de aparcamiento reservados para
minusválidos, lavabo para minusválidos, pensiones para minusválidos, etc. Tanto
en nuestra televisión como en la radio, como en las calles, nosotros formamos
parte de un colectivo
“menos válido”, o que “valemos menos” que para el caso es lo mismo. Por otro
lado, en los textos jurídicos de nuestro país, persiste esta terminología y se
usan términos como incapacitación, incapacidad, discapacidad, invalidez (parcial,
total, absoluta, gran), minusvalía y dependencia. Incluso en la recientísima
Ley 51/2003, de 2 de diciembre, de igualdad de oportunidades, no discriminación
y accesibilidad universal de las mujeres y .hombres
con discapacidad, en su artículo “Objeto
de la ley”, en su apartado 2, se mantiene la terminología y no se hace ningún
esfuerzo por modificarla: 2. A los efectos de esta ley, tendrán la
consideración de mujeres y hombres con “discapacidad” aquellas a quienes se les
haya reconocido un grado de “minusvalía” igual o superior al 33 por ciento. En
todo caso,
se
considerarán afectados por una “minusvalía” en grado igual o superior al 33 por
ciento los pensionistas de la Seguridad Social que tengan reconocida una
pensión de “incapacidad” permanente en el grado de total, absoluta o gran “invalidez”,
y a los pensionistas de clases pasivas que tengan reconocida una pensión de
jubilación o de retiro por “incapacidad” permanente para el servicio o
inutilidad Conscientes de que el lenguaje produce, modifica y orienta el
pensamiento, ciertos organismos relacionados con el mundo de la diversidad
funcional han intentado acuñar nuevos términos, en busca de una nueva visión
social de este colectivo.
En
su último intento, la Organización Mundial de la Salud (OMS), promocionó la denominada
Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la
Salud (CIF), adoptada durante la 54ª Asamblea Mundial de la Salud, que tuvo
lugar en Ginebra (Suiza) entre el 14 y el 22 de mayo de 2001 (OMS, 2001), que
propone el siguiente esquema conceptual para interpretar las consecuencias de
las alteraciones de la salud:
Déficit en
el funcionamiento (sustituye al término “deficiencia”, tal
y como se venía utilizando por la anterior Clasificación Internacional de Deficiencias,
Discapacidades y Minusvalías, CIDDM, de 1980): es la pérdida o anormalidad de
una parte del cuerpo o de una función fisiológica o mental. En este contexto el
término “anormalidad” se usa para referirse a una desviación significativa de
la norma estadística (por ejemplo, la mediana de la distribución estandarizada
de una población).
Limitación en
la actividad (sustituye el término “discapacidad”,
tal y como se venía utilizado en la CIDDM): son las dificultades que un individuo
puede tener en la ejecución de las actividades. Las limitaciones en la
actividad pueden calificarse en distintos grados, según supongan una desviación
más o menos importante, en términos de cantidad o calidad, en la manera,
extensión o intensidad en que se esperaría la ejecución de la actividad en una
persona sin alteración de salud.
Restricción en
la participación: (sustituye el término “minusvalía”,
tal y como se venía utilizado en la CIDDM): son problemas que un individuo puede
experimentar en su implicación en situaciones vitales. La presencia de
restricciones en la participación es determinada por la comparación de la
participación de un determinado individuo con la
participación
esperada de un individuo sin discapacidad en una determinada cultura o
sociedad.
Barrera:
son todos aquellos factores ambientales en el entorno de una persona que
condicionan el funcionamiento y crean discapacidad. Pueden incluir aspectos
como por ejemplo un ambiente físico inaccesible, la falta de tecnología
asistencial apropiada, las actitudes negativas de las mujeres y hombres hacia
la discapacidad, y también la inexistencia de servicios, sistemas y políticas
que favorezcan la participación.
Discapacidad:
en la CIF, es un término "paraguas" que se utiliza para referirse a
los déficits, las limitaciones en la actividad y las restricciones en la
participación. Denota los aspectos negativos de la interacción entre el
individuo con una alteración de la salud y su entorno (factores contextuales y
ambientales). Tenemos que reconocer que esta búsqueda de nuevos conceptos es un
loable intento por desplazar el “problema” de la diversidad funcional
del individuo al entorno. No obstante, si analizamos los términos
utilizados, vemos que contienen las palabras déficit, limitación, restricción,
barrera y discapacidad.
En
opinión de los autores, ninguno de estos términos es positivo, ni neutro, por lo
que resultan un vano intento de cambiar una realidad en la que los propios autores
no acaban de ver el lado cuanto menos neutro o positivo de la diversidad
funcional.
Hacia
un nuevo modelo más allá del modelo médico y el modelo social
Desde
el Foro de Vida Independiente entendemos que la diversidad funcional no tiene
nada que ver con la enfermedad, la deficiencia, la parálisis, el retraso, etc.
Toda esta terminología viene derivada de la tradicional visión del modelo médico
de la diversidad funcional, en la que se presenta a la persona diferente como
una persona biológicamente imperfecta que hay que rehabilitar y “arreglar” para
restaurar unos teóricos patrones de “normalidad” que nunca han existido, que no
existen y que en el futuro es poco probable que existan precisamente debido a
los avances médicos. Entendemos que las mujeres y hombres con diversidad
funcional tienen que ver con sociedades que, siendo intrínsecamente
imperfectas, han establecido un modelo de perfección al que ningún miembro
concreto de ellas tiene acceso, y que definen la manera de ser física,
sensorial o psicológicamente, y las reglas de funcionamiento social. Y que este
modelo está relacionado con las ideas de perfección y “normalidad” establecidas
por un amplio sector que tiene poder y por el concepto de mayorías meramente
cuantitativas. Estas mayorías se han mantenido a lo largo de siglos y es por
ello que los intentos de cambio terminológico han tenido poco resultado, ya que
en su mayor parte han sido propuestos desde la niebla mental producida por
miles de años de opresión, discriminación y segregación. Los intentos de
trasladar todo o parte del problema a la sociedad, proponiendo términos como “restricciones
de participación” no han tenido ningún éxito porque, en el fondo, la sociedad
sigue pensando y creyendo que gran parte del problema está en el sujeto con
diversidad funcional. De hecho, y en general, las propias mujeres y hombres con
diversidad funcional prefieren los términos que designan directamente su
deficiencia tales como sordo, ciego, tetrapléjico, etc., porque constatan una
realidad de su propia vida y muchos de ellos ya no le
ven el valor negativo.
Por
lo tanto, los intentos de desplazar el “problema” completamente al individuo o
completamente a la sociedad, no han tenido demasiado éxito. En esta propuesta,
buscamos un lugar intermedio que no obvie la realidad. Las mujeres y hombres
con diversidad funcional somos diferentes, desde el punto de vista médico o
físico, de la mayor parte de la población. Al tener características diferentes,
y dadas las condiciones de entorno generadas por la sociedad, nos vemos
obligados a realizar las mismas tareas o funciones de una manera diferente,
algunas veces a través de terceras personas. Así, una persona sorda se comunica
a través de los ojos y los gestos, mientras que el resto de la población lo
hace fundamentalmente a través de las palabras y el oído. Sin embargo, la
función que realizan es la misma: la comunicación. Para desplazarse, una
persona con una lesión medular habitualmente utiliza una silla de ruedas,
mientras que el resto de la población lo hace utilizando las piernas: misma
función, manera diversa.
Por
eso el término “diversidad funcional” se ajusta a una realidad en la que una persona
funciona de manera diferente o diversa de la mayoría de la sociedad. Este
término considera la diferencia del individuo y la falta de respeto de las mayorías,
que en sus procesos constructivos sociales y de entorno, no tiene en cuenta esa
diversidad funcional.
Cuestión
de mayorías que discriminan
Conviene
tener en cuenta que una persona “entra” en el colectivo de las mujeres y
hombres con diversidad funcional cuando no puede realizar las mismas funciones
de igual manera que la mayoría. Si la mayoría de los seres humanos, por
ejemplo, no viéramos, seríamos diferentes a lo que somos y, probablemente,
tendríamos el olfato y el tacto mucho más desarrollados. Además, el entorno
construido sería muy diferente: los ordenadores no tendrían pantalla, habría
sólo radio y no televisión, no existiría la escritura con tinta y se habría desarrollado
posiblemente la escritura en relieve, y los medios de grabación y reproducción
de elementos sonoros estarían mucho más desarrollados. Por lo tanto, la manera
en que construimos nuestro entorno depende de lo que nos han enseñado que es “normal”
en sentido estadístico, y esta “normalidad” va cambiando con los tiempos. No
debemos olvidar que lo “normal” es una ficción estadística de carácter
meramente instrumental. En ese sentido hemos creado una sociedad en la que no
ha se contemplado la posibilidad de integrar plenamente la diversidad en todos
sus ámbitos (educación, trabajo, edificación, transporte, comunicación,
información, ocio, etc.).
Por
el contrario, en la construcción de nuestro entorno social, físico y mental, ha
primado la discriminación de todo aquel que es diferente, adoptando actitudes
de explotación, arrinconamiento, negación de sus derechos, asignación de
papeles pasivos, de esclavitud y generación de conflictos. Pensemos en las
discriminaciones y abusos que han sufrido y sufren los indígenas americanos,
las mujeres y hombres de raza negra, las mujeres y hombres sin recursos
económicos, las mujeres, los niños, etc. En esas capas de discriminación que
existen todavía hoy y que estratifican verticalmente a la sociedad, la última
en ser destapada ha sido la de las mujeres y hombres con diversidad funcional,
allá por los finales de los años 60 del siglo pasado, cuando surgió en la
Universidad de Berkeley el Movimiento de Vida Independiente, el primero en la
lucha por los derechos humanos, sociales
y económicos de las mujeres y hombres con diversidad funcional. Esa
discriminación es la que obliga a un colectivo diferente, como es el de las mujeres
y hombres con diversidad funcional, a agruparse e identificarse como un grupo
humano que debe luchar para conseguir una ciudadanía plena y una igualdad de
derechos y oportunidades efectiva en la sociedad, para conseguir ser un
conjunto de individuos cuya diversidad se aprecie como un valor, y encontrar
sus sitio en este mundo.
Análisis
del término
El
término mujeres y hombres con diversidad funcional es novedoso y se propuso
y empezó a utilizar en el Foro de Vida Independiente3 en enero de 2005.
Entendemos que es la primera vez en la historia y en el mundo que se propone un
cambio hacia una terminología no negativa sobre la diversidad funcional, y que
esa propuesta parte exclusivamente de las mujeres y hombres con diversidad
funcional.(pretendiendo incluso ir más allá de lo socialmente acostumbrado,
como grupo históricamente excluido, cuando también se puede entender que la
diversidad funcional puede en ocasiones ser de carácter
transitorio
o circunstancial, lo que implica potencialmente a todo el conjunto social, como
un elemento más de una problemática, que de forma directa, indirecta,
transitoria, o definitiva, a todos nos alcanza.) El término consta de cuatro
palabras, y eso lo hace a priori más complejo de utilizar que el término que
pretende sustituir: personas con discapacidad. No obstante, la experiencia ha
demostrado que en muy poco tiempo, las mujeres y hombres que aceptan el término
lo utilizan tanto en forma escrita como hablada con fluidez y naturalidad,
habiéndose incluso acuñado el acrónimo PDF, extraído de las iniciales de cada
palabra (Persona con Diversidad Funcional). El uso de la palabras “mujeres y
hombres con” mantiene la tradición anterior de reforzar el concepto de que
somos mujeres y hombres y, por lo tanto, tenemos y queremos reforzar la
dignidad inherente a nuestra esencia como seres humanos que nacemos y queremos
vivir con los mismos derechos y dignidad que todos los demás, tal como lo
establece la ONU:
“Todos
los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como
están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los
otros.”
La
palabra “diversidad” viene definida en Diccionario de la Real Academia de la
lengua como: diversidad. (Del lat. diversĭtas, -ātis).
1.
f. Variedad, desemejanza, diferencia.
Con
esa palabra queremos reflejar exactamente eso, la diferencia, la desemejanza
con lo que es habitual en la mayoría estadística de la especie humana.
La
palabra “funcional” viene definida como:
funcional.
1.
adj. Perteneciente o relativo a las funciones
En
esta palabra utilizamos la primera acepción de la palabra función:
función.
(Del lat. functĭo, -ōnis).
1.
f. Capacidad de actuar propia de los seres vivos y de sus órganos, y de las máquinas
o instrumentos.
Y
nos referimos en concreto a los dos primeros conceptos: a las funciones de los
órganos o partes de nuestro cuerpo (P. Ej. ojos, oídos, piernas, cerebro, etc.)
y también a las funciones que realizamos habitualmente los seres humanos como
seres vivos (por ejemplo, desplazarse, ver, comunicarse, etc.) Como podemos
observar, el término es semánticamente correcto en la lengua castellana y
recoge todos los conceptos que queremos expresar, a excepción de la
discriminación. No obstante, la tradicional vinculación entre la diversidad humana
y la discriminación social, hace que no resulte necesaria la inclusión de este
aspecto en la definición del término, ya que luchamos por que llegue un tiempo
en el que la discriminación desaparezca y la diversidad funcional sea aceptada
como una riqueza más dentro de la diversidad de la especie humana. Se podría
argumentar, como hace Carlos Egea, al respecto del orden en que deberían
aparecer los términos diversidad y funcional.
“En
lo que ya no estoy tan de acuerdo es en el orden en que se utilizan los dos
siguientes términos: "diversidad" y "funcional". Está claro
que los promotores del uso de esta terminología querían resaltar el hecho de que
existen mujeres y hombres que "funcionan" (actúan, realizan actividades,
interactúan, se relacionan, etc.) de manera "diversa" (distinta,
diferente, de otra manera, etc.). En el fondo de la idea estoy absolutamente de
acuerdo: hay un grupo de mujeres y hombres en esta sociedad que tienen un
funcionamiento distinto. O, hilando más fino, todos, absolutamente todos,
funcionamos de forma distinta. El problema es que nos hemos olvidado de la
lección de gramática sobre los nombres (o sujetos) y los adjetivos (o
calificadores).
En el término que se intenta implantar
"diversidad" es el nombre que expresa, como nos recuerda el
Diccionario de la Real Academia, la variedad, desemejanza o diferencia. Y la
palabra "funcional" es el adjetivo que, para lo que nos interesa,
expresa (también según el DRAE) la pertenencia o relación con las funciones
biológicas o psíquicas. Es decir, en la aplicación de "persona con
diversidad funcional" estamos expresando que lo sustantivo se encuentra en
la distinción que se aplica a las funciones biológicas o físicas. Casi parece
que estemos tirando piedras a nuestro propio tejado. Pero si le damos la vuelta
(yo ya he utilizado en algún mensaje esa vuelta) a los términos estaremos
atinando más en la intención del cambio propuesto. Si hablamos de "mujeres
y hombres con funcionalidad diversa" (parece lo mismo pero cambia lo
sustantivo y lo adjetivo) estamos poniendo el acento en que lo sustantivo es el
funcionamiento (funcionalidad sería el nombre que expresa la cualidad de lo
relativo a las funciones biológicas o psíquicas) y lo adjetivo es lo
diverso
(expresando la distinta naturaleza o forma de la funcionalidad que adjetiva).” No
obstante, nosotros, aceptando como plenamente válidas sus razones, disentimos
de este reconocido experto por tres motivos fundamentales:
Sí queremos resaltar
nuestra diferencia, porque es una realidad inherente en nuestras vidas, estamos
orgullosos de ella y encontramos la plena dignidad en esa diferencia, que no
negamos.
A la hora de acuñar un
nuevo término, su facilidad de pronunciación y la velocidad de asimilación son
muy relevantes. A nuestro entender, “mujeres y hombres con funcionalidad
diversa”, es mucho más complejo de pronunciar que “mujeres y hombres con
diversidad funcional” y, por lo tanto, será más difícil y lento de asimilar.
Además, hay que
considerar la posibilidad de intercambiarlo con el término anterior: “discapacidad”.
Por ejemplo, el intercambio con “diversidad funcional” es directo: “Mujeres y
hombres con discapacidad” Mujeres y hombres con diversidad funcional”, “Políticas
sobre discapacidad” -> “Políticas sobre diversidad funcional”, “Mujeres y
hombres
con discapacidad intelectual” -> “Mujeres y hombres con diversidad funcional
intelectual”, etc.
Sin
embargo la sustitución por “funcionalidad diversa” parece menos intuitiva: “Mujeres
y hombres con discapacidad” -> Mujeres y hombres con funcionalidad diversa”,
“Políticas sobre discapacidad” -> “Políticas sobre funcionalidad diversa”, “Persona
con discapacidad intelectual” -> “Mujeres y hombres con funcionalidad
diversa intelectual”
La
diversidad en la diversidad
Tal
como se ha escrito en varias ocasiones en este texto, a la hora de contemplar
la diversidad de género dentro del colectivo, debemos escribir mujeres y
hombres con diversidad funcional o bien hombres y mujeres con diversidad
funcional.
Desde
el Foro de Vida Independiente entendemos que lo que une al colectivo no es su
diversidad interna, sino la discriminación social que sufren todos los días los
hombres y mujeres con diversidad funcional. Incluyendo a aquella que por
situaciones circunstanciales y transitorias pueden encontrarse de pronto con un
entorno hostil, sin que en si mismo este haya cambiado y ven alterados sus
hábitos de vida. No obstante, entendemos que las soluciones para erradicar esa
discriminación tienen que atender a la diversidad específica de grupos de
individuos que podemos agrupar y denominar como personas con: diversidad
funcional física, diversidad funcional visual, diversidad funcional auditiva,
diversidad funcional mental, diversidad funcional intelectual, diversidad
funcional orgánica, diversidad funcional circunstancial y/o transitoria. etc. A
la hora de atender a la diversidad lingüística de nuestro estado podríamos acuñar
términos como “diversitat funcional" en catalán, “diversidade funcional” en
gallego y “funtzionaltasun aniztasuna” en vasco. Atravesando nuestras fronteras
y aprovechando los conocimientos de idiomas de los autores con ánimo de
proponer y no de imponer, tal como hemos hecho a lo largo de todo el documento,
nos atrevemos a presentar “functional diversity” en inglés, “diversité
fonctionnelle” en francés y “diversità funzionale” en italiano.
Conclusión
A
lo largo de este artículo hemos identificado tres elementos que definen como diferentes
a los miembros de un colectivo que lucha por sus derechos:
Cuerpos que tienen
órganos, partes del cuerpo o su totalidad que funcionan de otra manera porque
son internamente diferentes.
Mujeres y hombres que
por motivos de la diferencia de funcionamiento de su cuerpo realizan las tareas
habituales, (desplazarse, leer, agarrar, vestirse, ir al baño, comunicarse,
etc.) de manera diferente. (Podríamos decir, mujeres y hombres que funcionan de
otra manera)
Colectivo discriminado
por cualquiera de las dos razones arriba expuestas La manera en la que desde el
Foro de Vida Independiente proponemos denominar a ese colectivo, al que
pertenecemos, es mujeres y hombres con diversidad funcional, ya que
entendemos que es la primera denominación de la historia en la que no se da un
carácter negativo ni médico a la visión de una realidad humana, y se pone
énfasis en su diferencia o diversidad, valores que enriquecen al mundo en que
vivimos.
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